Mi primera impresión al ver el fotomontaje fue de curiosidad y asombro. El lograr ver juntas todas las galaxias y elementos que constituyen el espacio exterior, y el notar la franja rosada como figura clave de estudio para conocer el origen del universo, son cosas con las que civilizaciones anteriores se les ocurriría imaginar. En segundo lugar, me sentí de cierta forma satisfecho por el gran progreso de la ciencia nos hace ver al descubrir los misterios del universo y la sensación que da el poder capturar la infinitud de un espacio tan vasto en un fotografía de unos 3000 megapixeles. Pero luego vino la duda, ¿podrá en realidad el ser humano capturar algo tan vasto y misterioso en una foto que por más grande y detallada que sea, en proporción a su objeto de estudio representa menos que una millonesima parte de un grano de arena de playa?
Luego comprendo la falacia de la ciencia moderna positivista. Su pretensión de analizarlo todo y desmenuzarlo todo en partes más pequeñas termina destruyendo la cosa en si, dejándonos con pequeños retazos de aquello que una vez fue. De ella habría dicho el célebre Miguel de Unamuno: "anduvo no ha mucho por el mundo una cierta doctrina que llamábamos positivismo, que hizo mucho bien y mucho mal. Y entre los males que hizo, fue el de traernos un género tal de análisis que los hechos se pulverizaban en él, reduciéndose a polvo de hechos". Similar al experimento de biología que busca comprender la estructura de la rana abriéndola por la mitad, el resultado de la ciencia moderna es la de lograr analizar y poseer el conocimiento de una cosa ya muerta.
Es curioso fotografiar el universo o esperar una fotografía de este. El auditorio mundial se regocija por que al fin algo misterioso es objetivizable. Se equivocan, porque el universo como un todo jamás será objeto de representación. La ambición de fotografiar el universo es descabellada porque a lo que se aspira no es a tener una imagen del universo sino que a poseer al universo como imagen.
Lo mismo sucede con Dios. Hace pocos días el famoso cosmólogo Stephen Hawkings afirmó que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física, que Dios no creó el Universo y que las teorías científicas más actuales convierten en redundante la figura de un creador. El libro, del que el periódico británico The Times cita algunos extractos, señala: “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo -y de hecho lo hizo- de la nada. La creación espontánea es la razón de que exista algo, de que exista el Universo, de que nosotros existamos”. Por tanto, añade, “no es necesario invocar a Dios” para que haya cosmos.
¿Podemos darnos cuenta la pretensión de Hawkings es similar al proyecto de tener una fotografía del universo como cosa manejable? Al encontrar que Dios, como misterio inefable es imposible de examinar como a una rana de laboratorio, lo elimina de la ecuación haciéndolo irrelevante y afirmando que "el universo se creó a si mismo, de la nada". Se necesita tanta o más fe para estar convencido que el universo se generó a si mismo espontaneamente de la nada, como para admitir la presencia de un Ser Supremo detrás del gran misterio del origen de la totalidad que nos rodea. Hawkings, al tratar de traspasar los límites de la ciencia termina divinizando al universo y las leyes que lo rigen en una forma de Deísmo científico antes que reconocer la existencia de un Ser Supremo que lo orquestó todo.
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