viernes, febrero 18, 2011

Unamuno: Dios como algo muerto


El Dios lógico, racional, el ens summum, el primum movems,  el Ser Supremo de la filosofía teológica, aquel a que se llega por los tres famosos caminos de negación, eminencia y causalidad, viae negationis, eminentiae,  causalitatis no es más que una idea de Dios, algo muerto. Las tradicionales y tantas veces debatidas pruebas de su existencia no son, en el fondo, sino un intento vano de determinar su esencia; porque como hacía muy bien notar Vinet, la existencia se saca de la esencia, y decir que Dios existe, sin decir qué es Dios y cómo es, equivale a no decir nada.



Y este Dios, por eminencia y negación o remoción de cualidades infinitas, acaba por ser un Dios impensable, una pura idea, un Dios quien, a causa de su excelencia misma ideal podemos decir que no es nada, como ya definió Escoto Eriugena: deus propter excellentiam non inmerito nihil vocatur. O con frase de Dionisio Aeropagita, en su epístola 5: "la divina tiniebla es la luz inaccesible en la que se dice habita Dios". El Dios antropomórfico y sentido, al ir purificándose de atributos humanos, y como tales finitos y relativos y temporales, se evapora en el Dios del deísmo o del panteísmo.

Las supuestas pruebas clásicas de la existencia de Dios refiriéndose todas a este Dios-idea, a este Dios lógico, al Dios por remoción, y de aquí que en rigo no prueben nada, es decir, no prueban más que la existencia de esa idea de Dios.
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